La España Atlética
Ni los más bregados recordábamos algo parecido: una Selección Nacional con 3+1 jugadores del Atleti (Pablo, Antonio López y Torres, más el recién fichado Pernía), con un equipo de entrenadores (Luis y Ufarte) que fueron –hace ¡ay! cuarenta años– el ala derecha con más clase de la intrahistoria colchonera. Quizá por eso, esta Selección sea conceptualmente atlética: contra-ataque mortal, capaz de lo mejor y de lo peor, ilusionante hasta la emoción unas veces, desesperante hasta la ira otras.
Anoche, Fernando Torres, que –sin duda– quiere dejarse ver y hacerse valer en el mercado internacional, falló varios disparos de dificultad descriptible pero logró marcar como a él le gusta: tras correr más de medio campo, ganándole, por pura velocidad, la espalda a un central que no se separó jamás de él y dejando medio sentado al portero tras un amague hacia la izquierda. El pase previo, magnífico, inteligente, sutil, fue medio gol; de acuerdo. Pero había que estar ahí, controlar en carrera y enchufarla. Después de marcar, corrió hacia el córner y allí, todavía solo, relamiéndose, puso la rodilla en el suelo e hizo el arquero. Los atléticos, todos los atléticos, entendimos el mensaje: “Kiko: va por ti”. El Niño y Kiko: dos indios hasta los tuétanos; más colchoneros que don Vicente Calderón (q.e.p.d.), la Avenida de los Melancólicos o la fábrica de Mahou. Dos ciclotímicos irredentos. Ufarte y Luis, desde sus gafas de prejubilados, se miraron con cierta sorna y se abrazaron levemente. Como entonces. Como antes. Carmen, mis hijas y yo saltamos al unísono y, adoptando la luisiana postura, apretamos los puños con los brazos formando un casi perfecto ángulo recto. “¡¡¡Toma!!! El Niño”… Como muchas otras veces, la melancolía se vistió de rojo (y de blanco) y la noche empezó a estar más clara.