martes, junio 20, 2006

La España Atlética

Ni los más bregados recordábamos algo parecido: una Selección Nacional con 3+1 jugadores del Atleti (Pablo, Antonio López y Torres, más el recién fichado Pernía), con un equipo de entrenadores (Luis y Ufarte) que fueron –hace ¡ay! cuarenta años– el ala derecha con más clase de la intrahistoria colchonera. Quizá por eso, esta Selección sea conceptualmente atlética: contra-ataque mortal, capaz de lo mejor y de lo peor, ilusionante hasta la emoción unas veces, desesperante hasta la ira otras.

Anoche, Fernando Torres, que –sin duda– quiere dejarse ver y hacerse valer en el mercado internacional, falló varios disparos de dificultad descriptible pero logró marcar como a él le gusta: tras correr más de medio campo, ganándole, por pura velocidad, la espalda a un central que no se separó jamás de él y dejando medio sentado al portero tras un amague hacia la izquierda. El pase previo, magnífico, inteligente, sutil, fue medio gol; de acuerdo. Pero había que estar ahí, controlar en carrera y enchufarla. Después de marcar, corrió hacia el córner y allí, todavía solo, relamiéndose, puso la rodilla en el suelo e hizo el arquero. Los atléticos, todos los atléticos, entendimos el mensaje: “Kiko: va por ti”. El Niño y Kiko: dos indios hasta los tuétanos; más colchoneros que don Vicente Calderón (q.e.p.d.), la Avenida de los Melancólicos o la fábrica de Mahou. Dos ciclotímicos irredentos. Ufarte y Luis, desde sus gafas de prejubilados, se miraron con cierta sorna y se abrazaron levemente. Como entonces. Como antes. Carmen, mis hijas y yo saltamos al unísono y, adoptando la luisiana postura, apretamos los puños con los brazos formando un casi perfecto ángulo recto. “¡¡¡Toma!!! El Niño”… Como muchas otras veces, la melancolía se vistió de rojo (y de blanco) y la noche empezó a estar más clara.


martes, junio 06, 2006

¡Viva la libertad!


(A Arcadi Espada, Pat, Jordi Bernal y todos los que sufrieron ayer la agresión en Gerona.)


Veinticuatro horas de retraso: veinticuatro. Pero ni una más. Fue dejar, ayer tarde, el blog y aparecer la primera noticia: Cvalda, claro. Luego otros, muchos, todos los demás. Y ahora, con la boca seca por el calor, la vergüenza y la rabia, me enfrento a las fotos, a las noticias, al horror. No son, a mi entender, nazis aunque practiquen habitualmente sus mismos métodos de disuasión y convicción; no son, tampoco, señoritos fascistas aunque copien sus modos, su dialéctica de los puños (y, algún día, ya lo verán, las pistolas); no son, aunque en su totum revolutum añadan elementos de ello, ácratas antiglobalización ni ecologistas salvajes. No. Son, lisa y llanamente, nacionalistas. De esos que conceden el derecho a vivir según les dicta su xenófoba (in)consciencia; de esos que –más ruin, clásica y vergonzantemente carpetovetónicos que nadie– desprecian cuanto ignoran; de esos para los que su mínimo, invivible y exclusivo pais se convierte en ultima ratio, en basamento (in)moral de sus eyaculaciones mentales; de esos cuyos argumentos políticos siempre empiezan (y acaban al instante) en un pueblo imaginario, en una inventada historia, en un destino común o en una lengua excluyente; de esos que pretenden insultar a alguien llamándole “español” o (¡qué risa!) “intelectual”. De los mismos que nos han llevado España a una ruina moral, histórica e institucional con el beneplácito sonriente de una especie de izquierda oficial que se ha olvidado de todo, que no quiere recordar a Marx y sus críticas a los nacionalismos románticos, que ignora a Lenin y su calificativo de “burgueses” justamente aplicado a los nacionalistas. De una presunta izquierda que, sin otro afán que amasar más y más poder autonómico (y, de paso, nacional) sin saber muy bien para qué lo quiere, se ha aliado bastardamente con los que defienden las diferencias en lugar de la igualdad; con los que entronizan su quimérica supremacía en lugar de la solidaridad; con los que añoran antiguos privilegios propios en lugar de la libertad de todos. Con ellos. Con los que, por otra parte y con distintas caretas, siempre han vencido en este pais. Con esa chusma vociferante, odiadora, violenta, segregadora, asesina de vidas y democracias; con esa hez nacionalista sin otra idea que la anulación del que no piensa, habla o miente como ellos, es con la que esta presunta izquierda que nos gobierna ha decidido compartir estrategias y, sobre todo, poder. Por eso, con la boca –como decía– seca por la impotencia pero el ánimo más solidario cada minuto que pasa de esta tarde moribunda, quiero gritar todo lo fuerte que pueda: “viva la libertad”, “viva Ciutadans de Catalunya” y muera la muerte civil nacionalista, ¡muera!