Cuaderno de California (4)
(A Jordi Bernal, claro.)
El río Napa discurre entre dos carreteras que, durante cuarenta millas lo flanquean y marcan el límite artificial del valle. La más importante, a estribor del cauce, es la estatal 29. A lo largo de élla, se sitúan los diferentes pueblos vinateros: Napa, Youthville, Oakville, Rutherford, St. Helena y, en la raiz misma del valle, Calistoga. Sin embargo, los mejores viñedos crecen hacia la otra orilla, la de babor, por donde dibuja su sinuoso trazado la Silverado Trail, que con dicho nombre es conocida. Si quiere olvidarse un poco de las bodegas más comerciales y, quizá, famosas, elija esta carretera. En élla, y a poco más de cuatro millas de su convergencia final con la estatal 29, un cartel poco llamativo pero elegante nos intrigó sobremanera. Junto a una doble fila de hermosísimos cipreses, una portada de caliza rezaba: “Château Boswell”; debajo, un cartel de quita y pon advertía: “OPEN”. Hicimos una seca parada, retrocedimos unos metros, y nos adentramos por el suavemente empinado camino de gravilla que guardaban los magníficos pyramidalis stricta. Sólo dos coches en el aparcamiento. Una casa de unos treinta años, gris pizarra, con múltiples ventanas perfectamente pintadas de blanco. En una herrumbrosa y pesada puerta lateral, entreabierta como la de una iglesia olvidada, podía leerse: “Visitors entrance”. Casi con religioso respeto, traspasamos el umbral y un agradable fresquillo –la mañana, en el exterior, estaba casi a cuarenta grados– nos envolvió confortablemente. A nuestros ojos, la sala de crianza. Más allá, en el fondo derecha, unos tanques de fermentación de acero inoxidable, con sus camisas de refrigeración, de un tamaño que más parecían los de una bodega experimental: no más de quince mil litros por tanque, y seis unidades en total. Inmediatamente, apareció ante nosotros un joven apuestísimo, con una bonita camisa rosa con líneas blancas formando cuadritos; de la camisa –bellísima– no diré nada porque tengo una exactamente igual. “Hi, good morning, my name is Joshua Peeples…”, dijo tendiéndonos la mano. Tras un breve momento de presentaciones y explicaciones, comenzamos a hablar de vino. La bodega lo produce a partir de sus propios viñedos, donde cultivan exclusivamente Chardonnay, Cabernet-Sauvignon y, algo raro para Napa, Shiraz. Vinifican monovariateles salvo en la estrella de la casa: el Cuvée Jacqueline, un coupage con un 90/10 de Cabernet/Shiraz. Vendimiando un poco tarde para los normalizados sistemas culturales del Valle (a principios de Octubre los tintos; en la segunda quincena de septiembre el Chardonnay), consiguen unos mostos perfectamente maduros, con alto grado alcohólico probable y todos los antocianos que la uva ha sido capaz de extraer de unas espalderas que rinden algo menos de tres kilos por pié. Posteriormente, fermentación sin maceración previa, maloláctica controlada (con cepas desarrolladas, claro, en Davis) y entre dieciocho y veinte meses de roble francés nuevo. ¿El resultado? Admirable. Inédito, incluso, para California. Unos vinos que conservan aún sus características primarias, varietales; olvidaros del aroma a pimiento en el Cabernet: es propio de uvas recogidas demasiado temprano. Esto, que lo dice cualquier libro, se ignora tánto en España (la gente identifica malditamente al Cabernet con el pimiento algo picante y no hay manera de sacarles de ahí…) que yo mismo no probaba nada igual hace años. Los vinos Boswell representan, en mi opinión, la modernidad de Burdeos, lo que los Châteaux bordeleses deberían hacer para sobrevivir. Ni una sóla astringencia; una acidez compensadísima; una boca tan amplia que, minutos después de la cata, el retrogusto seguía atacando cada vez que por mi nariz entraba un bombeo del fresco aire acondicionado del coche. ¿Y el color? ¡Ah, el color…! Los callados meses de barrica parecían haberlo rejuvenecido; bien que su superficie, en contacto con la fina copa Riedel, desvelaba algunos naranjas oscuros, el ojo del huracán era rojo ciruela: persistente, brillante, luminoso, como pintado por Boticelli. Un vino de garaje que vale lo que cuesta: entre setenta y cien dólares las añadas más nuevas; hasta trescientos cincuenta dólares los Cabernet más añosos. Una clarísima incitación al dispendio este Boswell.
Pueden visitar su algo mortecina, aunque muy tópicamente americana, página web (http://www.chateauboswellwinery.com/content/index.cfm). En ella verán fotos del fundador, enfundado en su traje de agua, mareando por lo que –creo– puede ser el Cabo de Hornos, de su hija Jacqueline y del mismo Joshua Peeples, el californiano guapo que es su marido. Quizá, si los vientos son propicios, les lleguen algunas notas de unos aromas que no olvidaré mientras viva.
20 Comments:
Pero bueno, Pa, ¿terminó o no terminó de cumplir el deseo de julio del año 2006?
(fotos)
Estoy en ello, Q. Pero ir con copas de más por las carreteras de este pais, con los Trooper acechando, es very dangerous. Así es que los viernes -con vino de Napa, pero en casa- suelo dar cumplimiento a mis deseos. Hoy ha sido una simple catilla, casi profesional.
Me contó Trooper que este tipo catas tiene tres problemas:
1.Very expensive
2.Short amount of wine
3.Bloody troopers waiting 4u
¿Coincide maese Pro?
Buenos días, amigo. Aquí una granaína acompañándoles, virtualmente, aunque con el alma y el corazón, en su periplo por tierras californianas.
Hoy he comenzado mis vacaciones que sólo serán de 2 semanas, y que dedicaré a visitar el norte de Cáceres y sur de Salamanca, con asentamiento en Plasencia. Tenía asumido que durante este tiempo iba a estar deconectada del blog, pero esta mañana, después de leer tu crónica, tentada estoy de comprarme un portátil.
Besos a la family
"el Cuvée Jacqueline, un coupage con un 90/10 de Cabernet/Shiraz"
Nuestra envidia por lo bien que viven los que viven bien, sí que deja un retrogusto apimentonado, querido Pa.
Un vino excelente, of course.
Un abrazo, prota.
Querido Marqués: los tres problemas señalados por Trooper, son tres realidades. However, como el tal Joshua Peeples -curioso apellido donde los haya- se enrolló bien, nos hizo catar "gratis total" los vinillos. Eso sí, en cantidades micromolares. ¡Qué digo micromolares! ¡Microdentales! Pero suficientes para constatar la exquisitez.
Querido maestro y compañero de la americana aventura. Muchos serán los caldos de este nuevo mundo (también para el vino) que le sorprenderán y con los que disfrutará. Por ver uvas importadas de otros pagos, sin moverse de Napa, podrá probar sangioveses, malbecs y hasta albariños. Otra cosa es como se aclimatan y de cuales se sacan las mayores posibilidades (terreno en el que salvo error u omisión el cabernet sauvignon ha impuesto sus reales). Con todo, los paladares refinados -y aquí es obligado el recuerdo al marqués- acaban estragándose del festival de tanta expresión (nada grave, pasa también con el gintonic y no por eso le somos infieles)y tienen que entreverarlo con excursiones por terrenos más sedosos y de sensaciones menos inmediatas, aunque no por ello menos profundas. Si de emular a los franceses se trata, le sugiero que pruebe lo que se hace por el Estado de Washington (el de Seattle, algo más al norte de su actual morada. Chateau Saint Michelle es una buena muestra y tiene ejemplos interesantes acomodados a todos los bolsillos). Que lo disfrute (en casa y sin tocar el coche)
Querido amigo, el mundo del vino me apasiona (lástima no tener ahora 18 años para poder dedicarme a ello), pero mis conocimientos son prácticamente nulos, así es que, en un intento de abusar de su amistad y rogándole tenga paciencia con mi ignorancia y mis preguntas, quisiera saber: ¿durante cuánto tiempo una barrica de roble se considera nueva? o más que tiempo, cuántas cosechas?
Querida L.
Una barrica nueva es nueva de verdad. Jamás ha tenido vino en su interior. Normalmente, las bodegas que se gastan los dineros no usan una barrica para más de tres llenados, aunque esto depende del tiempo que el vino nuevo esté en éllas. Para elaborar un crianza de 6-9 meses, puede emplearse una barrica para criar tres cosechas consecutivas. Si lo quieres expresar en tiempo, una barrica no debe tener vino en su interior más de 2 años y medio, tres a lo sumo para conservar la madera interior en ciertas condiciones. Luego, las venden a otras bodegas de segunda, que las limpian cuidadosamente y las re-utilizan, sin resultados muy brillantes en general.
Gracias, amigo. Y puesto que me deja abusar, seguiré abusando:
cada cosecha barricas nuevas? En España, qué bodega hace eso? En 2003 visité Abadía Retuerta y me dijeron que se deshacían de ellas a los 5 años.
Qué matices aporta el roble francés nuevo y qué va perdiendo con el uso? Para poder comparar, tomemos la misma cosecha y elaboremos un crianza, parte en una barrica nueva y parte en otra que sería su tercer llenado, cual sería la diferencia tras 9 meses?
Estoy a punto de cerrar mi maleta e iniciar mi viaje. No me he comprado el portátil pero, el hotel que tiene acceso a internet, espero que tenga algún terminal, si no, ya iré a algún ciber-café.
Sr. Verle, espero verle, si es posible, mañana.
Besos y seguimos en contacto.
¿De cuándo es su mensaje querida?
Lo digo, marxianamente, para esperarle mañana.
No, L.: nadie cambia la barrica tras una sola cosecha. Ya le digo que, para crianzas de 6-9 meses, se utiliza un tonel para unas tres añadas. Si en Abadía Retuerta le dan sólo seis meses, pues cinco cosechas implican un uso de unos 30 meses: razonable. Es lo mismo que tres añadas a razón de 10 meses casa una. El asunto está en que la madera, con el tiempo, se recubre de una capa de tartrato ácido de potasio (sal bastante insoluble e inevitable en el vino), que contiene además pigmentos, antocianos, etc. y se impide el papel principal de la barrica: intercambiar taninos con el vino. El vino, el blanco pero sobre todo el tinto, es rico en taninos que proceden, sobre todo, de las pepitas de la uva y son muy astringentes. Las pepitas son, de hecho, madera joven. Estos compuestos, que hacen que un vino "raspe" en la boca, se intercambian por los de la madera, que son menos astringentes y más agradables al paladar. Además, el pH del vino, inicialmente bastante ácido tras la fermentación, se modifica haciéndose más neutro. Incluso los antocianos, como efecto de esta ligero cambio de pH, modifican su coloración tomando un tinte más anaranjado. Pero todo eso depende del intercambio con la madera. Si la madera se recubre de una costra de tartrato, el proceso concluye y da lo mismo poner el vino en una cuba de acero o de plástico: no pasaría nada.
(Y aquí acaba la clase de hoy.)
((Como tarea para corregir en la próxima, la alumna deberá catar comparativamente un vino joven sin maceración carbónica y un crianza de la misma bodega. Luego, elabora un informe de quince líneas como máximo con las diferencias que haya observado. Puede incluir fotografías. Valor: 12.5% de la calificación final.))
De lo que hablamos de vinos y del gusto de los americanos (infantil, apasionado por lo dulce. Se destetan con batidos y con cocacola y así permanecen fieles al azucar la entera vida), no se pierdan el articulo de Asimov en "the pour" en el NYT (accesible en la web del periódico y con blog disponible)
(estoy en un ciber en Plasencia)
Prometo hacer mis deberes cuando regrese a Granada. Casi lo estoy deseando, si no fuera porque eso significaría que se ha acabado el viaje, del que también estoy y pretendo disfrutar bastante.
Y mientras, otra pregunta: roble francés vs roble americano. Qué aporta uno y qué aporta otro? pongamos, para poder comparar, una misma cosecha en diferentes barricas, ambas, nuevas.
Sr. Verle, ha sido un auténtico placer. Es usted un magnífico anfitrión.
Un abrazo
Don Pro, recibí su mensaje, que he respondido aunque sin saber muy bien adónde. Yo, que no distingo bien el vino del vinagre, paladeo con incomparable placer su prosa enológica. Cualquier día doy positivo.
DEBEN SABER QUE USTED ESTÁ ALLÍ
California acogerá la mayor reunión sobre cocina española de Estados Unidos
La conferencia analizará la contribución de España a la gastronomía
EFE
La próxima edición de World of Flavor, uno de los festivales gastronómicos más importantes de EEUU y que este año tendrá lugar en California, será la mayor conferencia celebrada en EE UU sobre la comida y el vino de España. Entre los próximos 2 y 4 de noviembre se darán cita en el valle del Napa chefs como Ferrán Adriá, propietario del restaurante El Bulli, que tiene tres estrellas en la guía Michelín, Andoni Luis Aduriz, que posee dos estrellas Michelín, y José Andrés, propietario de varios establecimientos en Washington DC y protagonista del espacio de Televisión Española "Vamos a cocinar".
La conferencia, que llevará por título "España y la mesa mundial: tradiciones regionales, inventos e intercambio", analizará la contribución de España a la gastronomía. José Andrés ha subrayado que será la conferencia más grande sobre cocina española en territorio estadounidense. "El hecho de que el Instituto Culinario de Estados Unidos haya decidido centrarse en nosotros es una gran señal de que España por fin tiene una presencia real aquí", ha declarado el cocinero.
Diversas actividades
El programa de la conferencia girará alrededor de tres ejes: las tradiciones regionales, los inventos en la cocina española y el intercambio culinario en el mundo. El primero de ellos, el área de tradiciones regionales explorará lo mejor de la comida regional española en Cataluña, el País Vasco, Galicia, La Rioja y Castilla-León, Madrid, Castilla La Mancha, Valencia y Andalucía.
El apartado de inventos analizará las técnicas que utiliza la cocina española en la actualidad y que la convierten en una de las más creativas del mundo, y el de intercambio repasará las contribuciones de la gastronomía de España a las mesas de todo el mundo.
Por otro lado, la conferencia analizará también cómo varios restaurantes en Estados Unidos están adoptando sabores e ingredientes españoles en sus platos y estudiará la dieta mediterránea.
Saludos, Protactinio. Veo que se lo está usted pasando como un enano. Estos días he tenido invitados norteamericanos en mi casa y pese a ser de una zona vinícola (Sur de Oregón, en el Rogue Valley, ciudades de Medford y Ashland), tenían menos idea que yo de vinos. Los llevé a visitar La Calzadilla y me dió la sensación de que lo que querían pedir era una "margarita". Eso sí, estuvimos en una freiduría andaluza y se pusieron ciegos de manzanilla.
Sus comentarios le hacen a uno sentir ansia de conocer y disfrutar de los vinos. Un abrazo.
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