Einstein y la cuántica: matar al padre (I)
"La mecánica cuántica es muy impresionante. Pero una voz interna me dice que esto no es todavía lo auténtico. La teoría da mucho, pero difícilmente nos acerca al secreto del Viejo. De todas maneras estoy convencido que Él no juega a los dados." (Carta de Einstein a Born en diciembre de 1926)
Pocas veces en la historia de la ciencia se ha asistido a la lucha de dos gigantes, a la incruenta, pero magnífica, batalla entre dos mentes irrepetibles. La “más alta ocasión que vieron los siglos” de la física duró, en realidad, veintisiete años: desde octubre de 1927, cuando Einstein y Bohr, que ya se conocían desde 1920, pasaron el 5º Congreso Solvay discutiendo irreductiblemente tras la primeras críticas de Einstein a la, por Bohr recientemente publicada, teoría cuántica sobre la estructura atómica, hasta abril de 1954, en Princeton, un año antes de la muerte de aquél.
Einstein fue, junto con Max Planck, el auténtico pater familias de la cuántica y de los cuánticos. Cuando en el annus mirabilis de 1905 se centra en el estudio de la naturaleza de la radiación electromagnética, retomando la hipótesis que sólo cinco años antes formulara Planck, concluye que determinados comportamientos de la luz (por ejemplo, el efecto fotoeléctrico, i.e.: la capacidad que tiene la luz de, exclusivamente, ciertas longitudes de onda para arrancar electrones de un sólido) sólo son físicamente explicables si la radiación electromagnética tiene carácter material, corpuscular, y no sólo ondulatorio. Propone, así, su teoría de los quanta de luz: la radiación no es continua, sino discreta; la radiación está constituida por pequeños paquetes materiales de energía que, luego, se llamarían fotones.
No sólo eso: en el primer congreso científico al que Einstein asiste, en Salzburgo y en 1909, avanza la (aparentemente) profética, aunque físicamente argumentada hipótesis de que la descripción de los sistemas cuánticos tendría que incorporar tanto aspectos corpusculares como ondulatorios. Nótese que las teorías finalmente enhebradas al respecto por Bohr y Schrödinger son posteriores en algo más de ¡diez años!
¿Por qué, entonces, la diatriba con Niels Bohr? Pues porque Einstein es, ante todo y sobre todo, un físico clásico.
(Continuará)
Pocas veces en la historia de la ciencia se ha asistido a la lucha de dos gigantes, a la incruenta, pero magnífica, batalla entre dos mentes irrepetibles. La “más alta ocasión que vieron los siglos” de la física duró, en realidad, veintisiete años: desde octubre de 1927, cuando Einstein y Bohr, que ya se conocían desde 1920, pasaron el 5º Congreso Solvay discutiendo irreductiblemente tras la primeras críticas de Einstein a la, por Bohr recientemente publicada, teoría cuántica sobre la estructura atómica, hasta abril de 1954, en Princeton, un año antes de la muerte de aquél.
Einstein fue, junto con Max Planck, el auténtico pater familias de la cuántica y de los cuánticos. Cuando en el annus mirabilis de 1905 se centra en el estudio de la naturaleza de la radiación electromagnética, retomando la hipótesis que sólo cinco años antes formulara Planck, concluye que determinados comportamientos de la luz (por ejemplo, el efecto fotoeléctrico, i.e.: la capacidad que tiene la luz de, exclusivamente, ciertas longitudes de onda para arrancar electrones de un sólido) sólo son físicamente explicables si la radiación electromagnética tiene carácter material, corpuscular, y no sólo ondulatorio. Propone, así, su teoría de los quanta de luz: la radiación no es continua, sino discreta; la radiación está constituida por pequeños paquetes materiales de energía que, luego, se llamarían fotones.
No sólo eso: en el primer congreso científico al que Einstein asiste, en Salzburgo y en 1909, avanza la (aparentemente) profética, aunque físicamente argumentada hipótesis de que la descripción de los sistemas cuánticos tendría que incorporar tanto aspectos corpusculares como ondulatorios. Nótese que las teorías finalmente enhebradas al respecto por Bohr y Schrödinger son posteriores en algo más de ¡diez años!
¿Por qué, entonces, la diatriba con Niels Bohr? Pues porque Einstein es, ante todo y sobre todo, un físico clásico.
(Continuará)
16 Comments:
Bien por la divulgación. Mejor que el Peregrino. Lectura recomendada para los de letras, el Capi al cap, y muchos de ciencia.
¿Habrá aspectos éticos(personales, de los personajes) en la 2ª parte, o sólo científicos?.
Seguiremos a la escucha.
Pa: Ya que me retrasa la hora de comer con sus irresistible tentaciones físico-recreativas:
1) ¿cree viable la teoría de campo unificada, perseguida por el polémico Burkard Heim? ¿O la gravedad cuántica es un campo de la física teórica de imposible investigación por intentar unificar postulados teóricos incompatibles? Un callejón sin salida entre la mecánica cuántica y la relatividad general, vamos.
2) Si Einstein no consiguió durante casi 30 años una teoría que unificase las cuatro fuerzas fundamentales, si no encontró la ecuación maestra que expusiera una teoría del todo, ¿puede la gravedad cuántica sustituir al Viejo? Y ¿pueden los sucesores de Heim resolver el acertijo? O sea, ¿cómo está la cosa actualmente?
3) Disculpe la ignorancia, ¿el efecto fotoeléctrico como comportamiento o cualidad de la luz? (Planteada la pregunta según la naturaleza cuántica de la luz, ya que la teoría electromagnética clásica parece que no podía explicar dicho efecto)
(puede usted contestarme a la merienda, la cena o en el aperitivo de mañana)
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Querido Verlio: los habrá. En la última entrega (planeo 4).
(Eso, y cotilles como cuál era el principal valedor económico de Bohr, o sea, el main sponsor.)
((La cerveza Carlsberg, amigo. La cuántica existe, en buena medida, gracias a élla.))
Vale, vale amigo Pa. Buen serial entonces.
Y la birra, claro. Si la Carlsberg es la relatividad general, la Carlsberg Elephant es la relatividad especial.
Ríase de las 11 dimensiones de la teoría del todo. Ni supersimetrías ni mahomas. Buen fin de semana.
(Las mujeres más hermosas, las danesas)
((Erasmus dixit, et vidi))
Guau Pro! Veo que le han salido "guerracivilistas" del mantel dispuestos a ponerle los condimentos en su punto y a remover la memoria gastronómica, ¿quizás impulsados por el recuerdo de un abuelo bodeguero y su ansia infinita de morapio?
De la justa y perfecta combinación de las uvas petit verdot, cabernet sauvignon, cabernet franc y merlot nace el Chateau Pichon Longueville Comtesse Lalande 1989. Un vino de persistencia eónica que emana fotones de divinidad en cualquier paladar mínimamente acicalado.
Elegancia, harmonia, untuosidad...y un ballet de sabores danzando alegres sobre el paladar, hacen del lalande un sumo zumo nada relativo.
Me quedo con Einstein...
@@@@@@@@@@@@
Que vengo del blog de Melò y de D. Qtyop para repartir los matasuegras que me pidieron para celebrar la paz, D. Prota.
Acero Mañas
c/ de las bocinas, 86
Madriz
mavia pasao poraqui pavel si abia al go pa metel ala buchaca y beo que hablan de unos aspestos porcuspulares con diatribas indulatorias ymesea puesto el electron solido de una manira fesicamente inespicable... ni el pincentron ni el isten ni naide deaqui sabe jugal a los daos...
Maese: no sé si le pillo en algún proceso democrático temporal que le impida disfrutar de la prometida receta, con merecida dedicatoria. Lo escueto de la explicación es inversamente proporcional al festín. ¡Buen provecho! Bartleby.
A Protactínio y los demás miembros sibaritas de este cultivado blog (que creo que son todos) no dejen de ver la fantástica película el festín de babette.
(Dónde una protactínica Babette se gasta el dinero ganado en una loteria para satisfacer la gula de sus comensales.)
Sólo pude conseguir el menú en, un espero suficiente, bilingüe francés/inglés:
Potage a’la Tortue
(Turtle Soup)
§
Blini Demidoff au Caviar
(Buckwheat cakes with caviar)
§
Caille en Sarcophage avec Sauce Perigourdine
(Quail in Puff Pastry Shell with Foie Gras and Truffle Sauce)
§
La Salade
(Salad Course)
§
Les Fromages
(Cheese and Fresh Fruit)
§
Baba au Rhum avec les Figues
(Rum Cake with Dried Figs)
¡Se han olvidado los vinos!
Creo que había un amontillado, el champagne era seguro un veuve cliquot y el tinto un Clos vougeot.
Tipo: me ha puesto usted cachondo. La codorniz en sarcófago con salsa de foie y trufas, me mata. Si, además, va con el Clos Vougeot, luego me manda al paraíso.
(Supongo el champagne para los blinis de caviar.)
((Dioses: eso era otro mundo mejor.))
Querido Protactinio: Sepa usted que «Protactinio de las tierras raras» era uno de los conspiradores que no acudió a la cita. Quise incluir su nombre y al final no lo hice por prudencia, pensando que quizá a usted no le gustara. La experiencia me dice que si metes a tus amigos en tus historias, a veces se enfadan.
Gracias por sus constancias y sus opiniones.
Querido Enrique: hubiese sido un delicioso anacronismo, ya que el Protactínio no se descrubrió hasta la primera treintena del XX.
(Pero me hubiese encantado.)
((Yo, como alias de un conspirador: ¿para qué quiero más?))
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