martes, febrero 07, 2006

Muelas, bourbon y Canal+

Hoy es ocho de marzo: un día nada especial si no fuera porque esta tarde, a las seis, tengo cita con el dentista. Sólo dos cosas me atormentan en esta vida; una, que algún enigmático indú con un nombre de más de diez letras (y sólo dos consonantes) descubra que la Teoría de Grupos es una falacia; y otra, ir al dentista. Me atormenta tanto que, para desgracia de mi boca, llevo quince años sin sentarme en el potro de tortura. Pero hoy me toca: la noche del pasado viernes no puede volver a repetirse. El dolor empezó por la tarde, sobre la seis. Al principio, parecía de tratarse de uno más de mis contínuos achaques dentales. Según la costumbre, tomé un comprimido de Rovamicine y dos cápsulas de Orudis: antibiótico más antiinflamatorio no esteroideo, un cóctel que, siempre, me ha sido de gran utilidad como lenitivo del dolor. Tres horas más tarde, la situación era insostenible: oleadas de bacterias, llegadas de nadie sabe dónde, ascendían por mi primer molar superior izquierdo hasta estrellarse contra el maxilar. Apretaban mis axones con tenacidad asesina. Resultado: la cercanía de la desesperación. Sin cenar, me metí en la cama aprovechando que, por un momento, la tormenta pareció escampar: vana ilusión delirante. A la una y media de la madrugada me levanté. Sobre recetarme de nuevo el antes infalible cóctel medicamentoso, decidí recurrir a remedios naturales: vaso de bourbon sin hielo. Trago del americano brevaje y mantenimiento del buchito en la boca, cercano al foco del dolor. Puse Canal+: la porno de los viernes. Una película francesa sobre dos parejas abiertas a todo. Me serví otro bourbon y encendí un Montecristo del 5: creía recordar algo acerca del valor terapéutico del humo del cigarro contra los trastornos dentales. Poco a poco, el dolor fue cediendo. Según las dos parejas del film se intercambiaban de casi todas las formas posibles (sólo faltó una secuencia de ellos dos montándoselo en el asiento trasero de un Citroën Tiburón), mi maxilar superior comenzó a volver -poco a poco y sólo relativamente- a su ser. A las tres y media volví a la cama donde, mal que bien, hilvané un medio sueño que me condujo hasta las siete. Amanecía. Al mirarme al espejo comprendí que el buñuelo de%2